NAMASTÊ!

"El dios que habita en mi, saluda al dios que habita en usted"




martes, 6 de julio de 2010

Los jueves a las seis (cuentito macabro)

La soledad inconmensurable a la cual estaba condenada, perdió en parte su magnitud al adquirir el hábito de asistir al cine en aquellas tardes. Cuando la oscuridad reinante la envolvía, alejándola de la gris realidad, imaginaba transformar aquel momento en su nueva historia.
Continuó acariciando aquel sueño hasta que un buen día tuvo el poder de desdoblar su cuerpo y enviar el más sutil, para dentro de la pantalla. La otra, la más densa, quedaba ahí. Sentada, inmóvil, disfrutando a lo lejos de la Viajera, pero en realidad, ella era Cable-a-tierra de las dos.

Las series negras de los ‘40 eran las predilectas de Cable-a-tierra y Viajera. En las cuales el personaje central era muchas veces una mujer víctima de un destino implacable.

Cada día más desconforme con su diario vivir, se le ocurrió que quizás pudiera quedarse para siempre en una de aquellas tramas... total, la repetían una y otra vez; entonces si se arrepentía podría volver. Así fue que una tarde antes de que la proyección terminara y las luces se encendieran, de mutuo acuerdo decidieron que Viajera quedara presa en el celuloide.

Esa semana Cable-a-tierra la pasó en una especie de limbo. Había algo que la tironeaba hacia estados de ausencia y cuando se entregaba al sueño era dominada por la vigilia.

Al jueves siguiente ni bien la sesión comenzó hizo contacto visual con Viajera y la sintió distante casi una desconocida. Y presintió el horror de los siete días transcurridos.
El personaje encarnado era una vendedora de flores. Cuando las sombras comenzaban a alargarse y lamían las paredes, se refugiaba en un cuartucho a los fondos de una modesta pensión. Hasta que un hombre se atravesó en su camino.

Era un hampón fornido, de piel grisácea, con unos ojos incoloros sin expresión y de aspecto zafio. Vestía un traje llamativo de color marrón, zapatos bicolores, gemelos de oro en los puños, y varios anillos adornaban sus gruesos dedos de uñas combas. El cabello peinado hacia atrás lustroso de tanto fijador olía a colonia barata.
Él la sacó de su ostracismo, de aquella existencia desteñida y le mostró un mundo desconocido. La adornó con brillos deslumbrantes y la inició en la lascivia y otros vicios y abusos. Ella, pasado el ofuscamiento inicial se sintió asqueada ante tanta sordidez.

Al abordarla en aquel final de jornada ella intentó apartarse... de un tirón él la retuvo tratando de intimidarla. Se deshizo ella de aquel abrazo sin pensar en el después.Comenzó a alejarse y fue aligerando el paso hasta transformarlo en una loca huída.. Él, como una sombra maldita, comenzó a perseguirla.

El ocaso del día. Una calle solitaria y mal alumbrada. Viajera continúa ocupando el cuerpo de la florista y siente un toque de alarma. No lejos de donde se encuentra, alguien se acerca. Su corazón se desboca, y un aviso de alarma venido desde sus entrañas le grita: CORRE!...CORRE!!...

Del otro lado Cable-a-tierra está fragmentada. Ora es ella que se hecha a correr...ora es el personaje a quien el guionista había dado vida... ora es su otra mitad.
Se adentró en el pensamiento de Viajera. Pero no estaba a su alcance descifrarlo. ¿Cómo hacer volver el tiempo atrás y borrar lo vivido? Pero, de qué se arrepentía? Al fin y al cabo era nada más que una ficción...

Viajera intentó escapar de ese capítulo y de la pendiente por la que ahora se deslizaba. Su mente era un caos frenético de espanto y confusión. Ya no era una aventura en la sesión de las seis. El pánico había cobrado vida. Dominada por el vértigo intentó deshacer sus pasos. De un salto ganar la otra dimensión, cambiar el tiempo y anidarse en su otra mitad que desde la butaca la asistía y esperaba presa del mismo horror.

El pecho le reventaba por la huída desenfrenada. Sentía la amenaza a su espalda cada vez más cerca... Sabiéndose acorralada y en un acto final de coraje paró en seco, se recostó contra el muro y le hizo frente...El hombre en su mano derecha blandía un puñal.

La mirada de Viajera atravesó el espacio y prendió sus ojos a aquellos otros también suyos. La otra, desde la butaca, sabía que la mitad de su alma estaba entre la vida y la muerte. El hombre de espaldas a la pantalla levantó una y otra vez la mano armada...
Viajera se fue deslizando recostada a la pared. Cable a tierra -presa del pavor- la vio extinguirse sin poder rescatarla. El hombre como una bestia sanguinaria olfateó el aire. Se fue volviendo... y cuando la divisó en un enorme saltó con sus fauces abiertas atravesó la distancia y empuñando el arma se abalanzó sobre la indefensa figura en la butaca de la fila trece.


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