NAMASTÊ!

"El dios que habita en mi, saluda al dios que habita en usted"




miércoles, 7 de julio de 2010

El Enojo


-Cuando era pequeña me relató una paciente, -me habían enseñado que debía mantener siempre las buenas maneras. Sentarme derecha, tener una sonrisa eterna en el rostro, hablar en voz baja y cuando alguien se dirigía a mí estar siempre de acuerdo.
Luego supe, que mi actitud era la causante de mis dolores de cabeza y contracturas.

Y más tarde un hombre traído a consulta pues no se podía explicar el abandono de su esposa narraba: -había algo extraño en su actitud desde siempre, nunca en todos estos años, la vi enojarse. Ni una sola vez. Hizo una pausa mirando hacia otro lado y luego concluyó: -simplemente un día tiró la llave de la casa sobre la mesa y se marchó.
Cuando en mis clases para formación como Terapeuta Floral abordamos el enojo, aprendíamos cuán importante era inducir a los pacientes que relataban su dificultad para demostrar el enojo, a hablarlo. Dejarlo salir.
Luego de aquella época, por los ’80, en que las mujeres éramos inducidas a pisar fuerte, hablar alto y hacerse valer. Se suponía que mostrar el enojo era necesario para competir con los hombres en el mercado laboral.

El Enojo. ¡Cómo forcejeamos con esta emoción primitiva! Negada a las mujeres era al mismo tiempo la emoción que veíamos a los hombres expresarla sin límites, la única legítima en ellos, ya que ternura, pena, vergüenza o compasión era terreno femenino.
Ahora, para suerte de todas las cabezas, aceptamos que ambos sexos expresen todos los sentimiento cuánto más abiertamente, mejor.

El enojo mata y la evidencia de ello la vemos diariamente. Oímos muchas veces a amigos, familiares, pacientes en mi caso decir: - luego de estar muy enojado, me cayó mal la comida, quedé distraído en mi tarea, dormí muy mal por varias noches y estaba triste.
Esta emoción envolvente y perturbadora arrastra un sinfín de malestares físicos, mentales, emocionales y espirituales. Por veces finaliza con la aparición de una hipertensión, depresión o algo peor, si se sostiene el cuadro por mucho tiempo.
¿Cómo deshacernos de esa emoción que nos arrastra a momentos sombríos y poder mantener el control para que no vuelva a dominarnos? La clave no es deshacernos del enojo o cualquier otra emoción que nos perturbe sino aprender a manejarla de manera que no nos haga daño o lastimar a otros de lo cual luego nos arrepentiremos.

¿Dónde está su origen?
El enojo en su forma básica viene del cerebro primitivo. Aunque el enojo abarca muchas cosas cuando lo experimentamos, proviene de causas variadas y podría decirse que en el fondo es agresión. Esta emoción venida del cerebro primitivo está diseñada para la supervivencia, y es muy fuerte. Si no le hemos prestado atención y aprendido a manejarla, puede hacer mucho daño. Excluye todo razonamiento. Nos enceguece.

Cuando nos insultan, nos empujan o nos amenazan reaccionamos, como si nos enfrentáramos con una bestia que amenaza nuestra vida. El organismo empieza a bombear adrenalina y entramos en el: Pelea o Huye. No hay tiempo para pensar. Así fue diseñada en su comienzo. El problema es que hoy existen otras alternativas para salir del paso. Actitudes que se aprenden cuando uno se trabaja. Pero si no lo hemos hecho la cabeza y el cuerpo ignoran la diferencia y entonces reaccionamos.

¿Podemos ignorarlo?
No es la mejor táctica, pues lo sigues cargando en tu interior y pasas a rumiarlo mucho tiempo. Te va carcomiendo. Si te cierras a una mala emoción difícilmente sabrás abrirte para las buenas. Nuestras emociones son nuestras guías. El enojo nos dice que algo está mal y que debes ocuparte de ello. Si no lo haces aparecerán gradualmente dolores de cabeza, en la espalda, úlceras, depresión entre otros males. El enojo compromete el sistema inmunológico. Y en sus extremos verás: una profesión abandonada, relaciones destrozadas y niños con problemas.

¿Cuál es la alternativa?
Sentarte con el enojo. Experimentarlo. Reconocerlo. Y luego francamente dilucidar qué hacer con él, si acaso hay algo. Respóndete, no reacciones. Siéntelo sin hacer nada. Pero no lo ignores. No permitas que el enojo gane el control sobre ti.

Una alternativa saludable
Aprender a perdonar. Es un largo proceso de aprendizaje para la mayoría de nosotros. Las injusticias suceden todo el tiempo y todos sin duda, las hemos padecido. Aprender a dejar pasar el enojo es parte de la Inteligencia Emocional.
Reconozcamos que muchas injusticias no se pueden deshacer, ni compensarse. Una disculpa no sería suficiente, por lo tanto perdonar al otro y sobre todo a nosotros mismos es un gran beneficio. Si no, el enojo te comerá vivo y tendrá poco efecto en el objeto de nuestro enfado, convirtiéndonos en víctima dos veces.

Si fuera tu caso en este momento, te dejo aquí unos florales que te pueden ayudar:
DAGGER HAKEA………..sistema Bush
HOLLY…………………….sistema Bach
PINE……………………….     “        “

No hay comentarios:

Publicar un comentario