
Ante este dilema hizo lo siguiente.
Tomó la redondez de la luna, las suaves curvas de las olas, la tierna adhesión de la enredadera, el trémulo movimiento de las hojas, la esbeltez de la palmera y el tinte delicado de las flores. La amorosa mirada del ciervo, la alegría del rayo del sol y las gotas del llanto de las nubes. La inconstancia del viento y la fidelidad del perro. La timidez de la tórtola, la vanidad del pavo real y la suavidad de las plumas del cisne. La dulzura de la paloma, la dureza del diamante y la crueldad del tigre. El ardor del fuego y la frialdad de la nieve.
Y con tal mezcla desigual dio vida a la mujer.
Anónimo
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